La historia de los zoológicos es antigua y desde su origen está relacionada con cierto deseo de tener al alcance un fragmento de la naturaleza que nos sorprende. Un gesto sin duda egoísta que, por ejemplo, está simbolizado en el hecho de que los primeros zoológicos eran colecciones particulares de reyes, emperadores y en general personas de poder que tenían la capacidad de conservar ejemplares de animales exóticos.
En años recientes, sin embargo, los zoológicos han enfrentado serios cuestionamientos a su modelo y propósito. Mantener a los animales fuera de su hábitat, confinados y además en exhibición para entretenimiento se ha considerado una situación que va en detrimento de la naturaleza misma, por más que en no pocos casos los zoológicos cumplen también funciones de conservación ante los peligros que amenazan la biodiversidad del planeta como consecuencia de la actividad humana.
En este contexto, el arquitecto danés Bjarke Ingels ha presentado “Zootopía”, un proyecto que, grosso modo, tiene como característica principal la inversión de la situación común: los animales están en libertad mientras que los seres humanos se encuentran en cautiverio, creando una suerte de “artificialidad natural” para la fauna exhibida, disimulando tanto los sitios de observación como los edificios circundantes.
El resultado, como casi cualquier utopía, algo tiene de distópico, un proyecto que solo hace más evidente el exterminio tácito o franco al que la flora y la fauna del planeta se encuentra expuesta.